El voto de la ignorancia, el suicidio de la democracia.

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La ignorancia y el poder.
  
SEP
02
2025
Alejandro Vázquez Cárdenas Uruapan, Mich. En toda democracia, el voto se presenta como la herramienta para decidir el rumbo de un país. Sin embargo, esa herramienta encierra un riesgo; cuando la ciudadanía vota desde la ignorancia o movida por el resentimiento social, las consecuencias suelen ser desastrosas. El voto razonado y bien informado es un ideal que lamentablemente pocas veces se alcanza; la realidad nos muestra que las emociones, los prejuicios y la manipulación suelen tener un peso decisivo en los resultados electorales.

La ignorancia política no debe entenderse solo como falta de instrucción escolar, sino como ausencia de conocimiento sobre la realidad nacional, desconocimiento de las propuestas de gobierno, indiferencia hacia la historia y poca capacidad de análisis crítico. Un ciudadano que no distingue entre un argumento sólido y una consigna vacía es presa fácil de los discursos simplistas y de los líderes populistas.

El resentimiento social es otro factor que deforma la voluntad popular. Este se alimenta de la desigualdad, la marginación, la corrupción y la falta de oportunidades. Las personas que se sienten olvidadas por el sistema tienden a apoyar a quienes se presentan como "salvadores del pueblo", aunque sus propuestas sean inviables. El resentimiento nublado por el enojo suele traducirse en un voto de castigo; no se vota por el mejor candidato, sino en contra de quien se percibe como parte de la élite o del sistema establecido.

Cuando la ignorancia se combina con el resentimiento, los resultados suelen ser desastrosos. Surgen líderes que ofrecen soluciones fáciles a problemas complejos: "Primero lo pobres" , "Vamos por una cuarta transformación", "No mentir, no robar y no traicionar". Frases que apelan a la emoción más que a la razón, pero que terminan conduciendo a los pueblos a escenarios de crisis política, económica y social.

Un ejemplo mundial bastante claro es el Brexit en Inglaterra. En 2016, el referéndum para decidir si el Reino Unido debía permanecer en la Unión Europea estuvo marcado por campañas de desinformación y manipulación. Muchos votantes creyeron que abandonar la Unión significaría recuperar "soberanía" y destinar más recursos al sistema de salud, promesas que después se demostraron falsas. La campaña a favor del Brexit explotó temores sobre la inmigración y resentimientos frente a la burocracia europea. La realidad posterior mostró graves consecuencias económicas: caída de la libra esterlina, afectaciones al comercio e incertidumbre en la inversión extranjera. Gran parte de la población reconoció después que votó sin entender a fondo lo que significaba salir de la Unión Europea.

Otro ejemplo evidente es el caso de Venezuela. El ascenso de Hugo Chávez a finales de los años noventa se explica por el resentimiento popular contra una élite política desacreditada. Chávez ofreció un discurso nacionalista cargado de promesas sociales. Durante algunos años, la bonanza petrolera ocultó los errores de gestión; pero al agotarse los recursos, el país quedó atrapado en un modelo estatista, corrupto e insostenible. ¿El resultado? una crisis económica y humanitaria sin precedentes.

También puede mencionarse el caso de Donald Trump en Estados Unidos. Su triunfo se explica en parte por el voto de sectores que se sienten desplazados por la globalización y temerosos de la inmigración. Trump ha sabido explotar esos sentimientos con un discurso nacionalista y simplista; construir un muro, proteger los empleos "americanos", "make america great again" (MAGA). Su gestión ha polarizado al país

En todos estos casos, la constante es la misma: ciudadanos poco informados o mal informados que votan más por enojo que por convicción racional. La consecuencia es que la democracia, en lugar de convertirse en un espacio de progreso, se transforma en un mecanismo de autodestrucción.

El remedio, en algunos casos verdaderamente utópico, es elevar la calidad educativa, fomentar la cultura cívica y garantizar el acceso a información veraz. Solo un ciudadano crítico, consciente y educado puede resistirse a la manipulación del populismo y distinguir entre un proyecto viable y un espejismo electoral.

En conclusión; la historia ofrece ejemplos de los peligros de votar sin información y bajo el impulso del enojo. La democracia, sin educación y sin responsabilidad ciudadana, corre siempre el riesgo de caer en manos de demagogos que, bajo la promesa de redención, conducen a los pueblos hacia el desastre.





Alejandro Vázquez Cárdenas







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